Las competencias del siglo XXI no son simplemente un listado de contenidos que deben ser enseñados o aprendidos sino, fundamentalmente, un conjunto de conocimientos, habilidades, estrategias y valores que los alumnos de esta nueva era necesitan desarrollar para poder insertarse en el mundo laboral y académico que los espera. Por ende, es también necesario explorar qué implicancias pedagógicas tiene esto en la práctica didáctica de los formadores. La creatividad, la innovación, el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la comunicación y la colaboración son declaradas y reconocidas como las competencias de aprendizaje clave de este siglo.
Si bien las diferentes propuestas pedagógicas existentes que atienden al desarrollo de estas nuevas habilidades presentan sus diferencias, se puede encontrar en todas ellas ciertos principios que se repiten en los diferentes modelos como la participación activa del estudiante, la transversalidad de las competencias, el trabajo colaborativo en proyectos y la realización efectiva de actividades conectadas con la realidad de los estudiantes y sus potencialidades. Sin embargo, no hay que pensar que estos principios ni estas competencias son tan nuevas. Como sostiene Mariana Maggio, Directora de la Maestría en Tecnología Educativa en la Universidad de Buenos Aires, estas habilidades no son un invento del siglo XXI. Por el contrario, la mayoría de lo que sabemos acerca de ellas nace de investigaciones del siglo pasado, de estudios (y aprendizajes) realizados por diferentes campos de saber que hoy conforman las bases de las investigaciones modernas.
Otro elemento clave que reconoce la especialista para favorecer el desarrollo de estas habilidades es pensar desde una perspectiva genérica. Esto implica tener en cuenta que el mundo cambia, las tecnologías avanzan y el pensamiento científico está en constante desarrollo, por lo cual la aseveración de que tal o cual recurso puntual será el que necesitarán los niños del futuro no deja de tener un carácter provisorio. Por lo tanto, debe apostarse fuertemente por lo genérico, formando estudiantes que puedan abrazar la complejidad de los nuevos tiempos.
Por otro lado, las habilidades forman parte de lo que los educadores deben comprender. Es decir, no se pueden desarrollar prácticas de la enseñanza que alienten mecánicamente y sin fallos esos procesos y los garanticen sino que lo que pueden hacer los educadores es construir hipótesis que lleven a generar prácticas de enseñanza que, con diferentes métodos y en diferentes escenarios, favorezcan y estimulen esas habilidades.
Por último, un pilar para el desarrollo de habilidades del nuevo siglo es, en palabras de Maggio, “abrir el juego”: considerar poner en práctica el codiseño, es decir, invitar a los estudiantes a que hablen con sus educadores acerca de las prácticas de la enseñanza que quieren tener, de cómo ven el futuro de la educación y de cómo se imaginan la clase del futuro. Si este espacio logra abrirse y si los estudiantes empiezan a ser diseñadores de lo que sucede en el aula, sin perder de vista que es el docente el responsable de guiar este camino, pueden llegar a nacer nuevas chances de alentar habilidades que hoy, desde nuestro lugar, tal vez no podamos siquiera imaginar.
(Entrevista a Mariana Maggio, Directora de la Maestría en Tecnología Educativa en la Universidad de Buenos Aires disponible en: https://panorama.oei.org.ar/el-a-b-c-y-d-de-las-habilidades-del-siglo-xxi/)