
El desafío de la incertidumbre: ser creativos
Silvana Cataldo

“Ves cosas y dices, ¿por qué? Pero yo sueño cosas que nunca fueron y me digo, ¿por qué no?”.
George Bernard Shaw
En 2006, Ken Robinson hablaba, con su inigualable estilo, de la urgencia de fomentar el desarrollo de la creatividad en niños y adolescentes, porque de esto depende cómo harán frente a un futuro que, ya por entonces era tan incierto como lo percibimos ahora. Esta charla TED, que hoy tiene 70 millones de visitas, cobra hoy un sentido completamente actual e imprescindible.
El impacto económico y social provocado por la pandemia todavía no puede visualizarse. Los niños y adolescentes se encontrarán en un futuro muy próximo con una realidad que todavía no podemos describir, pero en la que habrá que reconstruir, resignificar, evaluar y volver a empezar. A causa del aislamiento, muchas empresas diseñaron y comenzaron a implementar nuevos modelos laborales, que marcaron también nuevos modos de reacomodar el ritmo de vida (el descanso, la alimentación, la organización familiar y la presencia de los padres en lo cotidiano de sus hijos). El trabajo remoto favoreció la cooperación y los convenios entre instituciones y profesionales de distintos países, achicando las distancias y poniendo en marcha proyectos donde la negociación y la interculturalidad enriquece la tarea.
Tenemos la sensación de que la vida se ha detenido pero no: el mundo ha ido transformándose ante nuestros ojos. Y hay asignaturas pendientes que ya eran urgentes desde antes de la pandemia pero que se han profundizado y que no pueden esperar: la inclusión, la desigualdad de oportunidades, el peligro de desgaste de nuestro medio ambiente y la violencia creciente. ¿Por dónde empezar?
La tecnología y, lo que muchos estudiosos llaman la quinta revolución industrial, viene liderando muchos cambios y se prevé que serán más acentuados. Pero estos cambios deben ir de la mano de algo más básico: recuperar la humanidad. Despegarnos por un momento del mundo material y pensarnos como especie. Escuchar el latido de nuestro corazón, valorar la vida, los afectos, emocionarnos, respirar y apreciar la trascendencia. Recuperar el rumbo, la esencia y poner en marcha el pensamiento creativo para reorganizar la vida de manera innovadora. Y gran parte de esta tarea les tocará a los niños y jóvenes. La pregunta es ¿los estamos preparando para ello? El curriculum, que también requerirá cambios para atender estas cuestiones, necesita incorporar ejes de trabajo esenciales para este momento de la historia. Uno de ellos, sin lugar a dudas, es el desarrollo de distintos tipos de pensamiento, por ejemplo, el creativo: enseñar a hacerse preguntas, a desarrollar la imaginación, a pensar desde distintas perspectivas, a resolver problemas y a aprender de los errores. En síntesis, desde la escuela debemos ayudar a nuestros niños y jóvenes a imaginar un mundo mejor. Esto es lo que los adultos les debemos.