La columna del domingo

Enseñar a ciegas

Silvana Cataldo

Silvana Cataldo

Por segundo año consecutivo, el sistema educativo transita por un escenario completamente inédito: una variedad de situaciones a las que hubo que ir encontrándole soluciones de emergencia que permitieran la continuidad de la enseñanza de estudiantes de todos los niveles educativos. No teníamos un plan para una situación tan inesperada y esto, lejos de paralizarnos, nos movilizó. Docentes y directivos hicieron un esfuerzo enorme por innovar, implementar recursos tecnológicos, acercar otro tipo de respuesta para el que no tenía conectividad, reconvertir prácticas y pensar nuevas estrategias para acompañar a niños, jóvenes y familias desconcertadas. Miles de webinars, charlas con expertos, talleres, cursos virtuales, conversatorios, espacios para aprender desde cuestiones básicas del uso de tecnologías hasta modelos pedagógicos innovadores en sistemas virtuales. Los docentes se capacitaron. Impulsados por sus instituciones o de manera autodidacta, buscaron todo lo que estuvo al alcance para mejorar, avanzar y dar de sí lo mejor. El sistema en su conjunto reaccionó y seguimos enseñando.

Promediando este segundo ciclo, sin certeza alguna acerca de cómo sigue la historia post pandemia (ni cuando podremos considerar que comenzamos a transitar ese “post”) la pregunta que surge es qué se aprendió en todo este tiempo.

La incertidumbre no nos permite ver. La sensación de familias y parte de los docentes es que no se aprendió nada. Pero eso no es posible. Siempre se aprende. La pregunta es cuánto se ha aprendido en relación con las acciones que se hicieron. Y esta respuesta no puede hacerse esperar. Porque el sistema educativo necesita empezar a planificar y a organizarse. Salir de la emergencia para construir un plan que integre una nueva realidad, nuevas prácticas, nuevos canales de comunicación. Para trazar cualquier plan, hay que, previamente, evaluar. Conocer qué resultados se han alcanzado con estos esfuerzos, analizar los datos y determinar aciertos y debilidades para comenzar a trazar las metas para el próximo ciclo. Sin evaluación, sin algunas conclusiones sobre el trabajo realizado, es muy difícil diagnosticar dónde debemos poner el foco, qué prácticas llegaron para quedarse una vez superada la situación sanitaria por la que atravesamos, en qué debemos capacitarnos específicamente, qué estrategias implementar para ayudar a chicos y chicas que no pudieron estar conectados, cómo imaginar y planear el futuro próximo de la escuela. El 2022.

Sin estos datos, sin conclusiones, sin certezas, la motivación por seguir intentando nuevas acciones, formaciones, instrumentos, se va desgastando y se hace difícil pensar cómo seguir sencillamente porque no vemos lo que pasó. Estamos a ciegas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *