La columna del domingo

¿Esperar la oportunidad o aprender a generarla? Por qué es esencial despertar el espíritu emprendedor

Los períodos de dificultad, de crisis, pueden ser los más fructíferos para algunas personas, porque frente al cierre de algunas cuantas puertas, pueden ver cómo abrir otras. Y el punto es justamente ese. ¿Por qué algunos encuentran la oportunidad ante la dificultad? Otra posibilidad sería la parálisis, la consternación y, en ese caso, el sentarse a esperar que mejore el escenario o que alguien plantee o brinde alguna respuesta o solución. Son dos modos de ver la realidad, dos formas de pensamiento. Por supuesto, el equilibrio emocional juega un factor clave en el grado de optimismo que podamos tener frente a una situación difícil, pero no es todo: el desarrollo de estrategias de pensamiento para la resolución de problemas y la actitud emprendedora se aprende y se ejercita. Y este es el punto: ¿cómo enseñar estas estrategias a niños, jóvenes y adolescentes? ¿Podemos impulsar desde la escuela el desarrollo de la creatividad y el pensamiento emprendedor? Sí, y no solo podemos, es necesario proporcionarles en este tiempo las herramientas para que lo hagan. No se trata de enseñarles exclusivamente a crear un negocio, sino de conducirlos hacia un futuro donde sean capaces de tomar, por sí mismos, una iniciativa en cualquier aspecto de sus vidas y a planificar los pasos adecuados para concretarla. Para ello, es necesario emponderar a los estudiantes para que buceen en sus propios intereses y tengan ganas de buscar, producir, crear aquello que sueñan. Que no lo esperen todo de los padres o docentes. Que encuentren en los adultos que los rodean muchas más preguntas que respuestas.

En este sentido, cuando intentamos una empresa, la realización de un proyecto o la concreción de una idea debemos tener como parte del menú de opciones el fracaso. Vivimos en una cultura que condena el error. Quien falla siente que no vale nada, que ya ha dado todo de sí y ha quedado vacío. Poder revertir estar mirada es parte del proceso de cambio de paradigma: revisar los procesos para mejorarlos, para perfeccionarlos, puede ser un desafío diario que los impulse a la acción. De este modo, estaremos promoviendo su realización personal y, también, ciudadanos con más oportunidades y, por lo tanto, sociedades más justas.

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