Qué dicen los chicos de 15 años sobre la escuela y por qué deberíamos escucharlos

Cada vez que converso con adolescentes de 15 años aparece la misma escena: algunos tienen sueños claros (ser médicos, programadores, artistas); otros responden con un honesto “no sé”, porque todavía no logran imaginar su futuro. Y también están aquellos que, directamente, no pueden pensar en estudiar porque la urgencia familiar los obliga a trabajar. En especial en zonas rurales y en contextos de pobreza, los chicos sienten que deben aportar al hogar antes que construir sus propios deseos.

Ese mapa de realidades quedó plasmado en un informe reciente de Argentinos por la Educación, basado en los resultados de PISA 2022. Allí se señala que 7 de cada 10 estudiantes de 15 años en Argentina sienten que no están preparados para la vida adulta, que 6 de cada 10 temen no tener dinero suficiente para hacer lo que les gustaría y que casi la mitad reconoce presión familiar sobre qué camino tomar. Para muchos, el futuro no es un espacio abierto de exploración, sino una ruta condicionada por la economía, las obligaciones del hogar y las limitaciones de su contexto.

Aun así, el informe también revela un costado esperanzador: el 76% cree que la escuela les dio aprendizajes útiles para el trabajo y el 64% dice que allí ganaron confianza para tomar decisiones. El problema es que esos logros no alcanzan para contrarrestar la sensación de estar mal preparados y de no tener todas las oportunidades a la mano.

Leer es clave para imaginar el futuro

En este escenario, hay un punto que atraviesa todas las realidades: el debilitamiento del hábito de la lectura. Un adolescente que lee con fluidez y comprende lo que lee no solo rinde mejor en la escuela, también adquiere más herramientas para pensar, decidir y proyectar. La lectura es la llave que abre las demás puertas del aprendizaje.

Cuando los chicos llegan al secundario con dificultades lectoras, todo se vuelve más difícil: desde resolver un problema de Matemática hasta comprender un texto en Historia o escribir un informe en Ciencias. Pero también se limita la posibilidad de construir un proyecto personal: sin lectura, no hay acceso pleno a la información, ni autonomía para analizar opciones, ni confianza para elegir.

Por eso, fortalecer la lectura, la comprensión y el contexto lector en la secundaria es clave. No alcanza con que los adolescentes puedan descifrar palabras: necesitan interpretar, debatir, argumentar, reconocer distintas perspectivas y vincular lo leído con sus propias experiencias. Generar espacios vivos de lectura (clubes, bibliotecas abiertas, proyectos interdisciplinarios) los ayuda a encontrar en esta actividad una herramienta clave para acceder a información, encontrar respuestas, descubrir mundos. Porque un chico que lee puede imaginar un futuro; uno que no, queda atrapado en un presente inmediato.  Y ahí está el desafío: como sociedad, no podemos dejar que esas diferencias se transformen en desigualdades irreversibles. 

Cómo trabajar la lectura con adolescentes

La lectura en la adolescencia requiere propuestas diferentes a las de la infancia. No alcanza con proponer listas de libros obligatorios: los jóvenes necesitan sentir que leer tiene sentido para su vida cotidiana y para su futuro. Para eso es fundamental ofrecerles textos variados (novelas juveniles, crónicas, poesía, cómics, noticias, manuales prácticos) que los lleven a  descubrir que la lectura no es solo una actividad escolar, sino una herramienta para comprender el mundo y expresar con claridad lo que piensan.

Algunas estrategias que funcionan con adolescentes:

  • Clubes de lectura donde ellos puedan elegir qué leer y compartir sus reflexiones con sus pares.
  • Proyectos interdisciplinarios en los que la lectura se use para resolver problemas reales, investigar temas de interés o crear producciones colectivas.
  • Tecnologías y lectura digital, integrando podcasts, blogs, redes sociales y aplicaciones que acerquen los textos a sus lenguajes cotidianos.
  • Espacios de escritura vinculados a la lectura, que les permitan responder a lo que leen, discutirlo y apropiárselo con su propia voz.
  • Lectura en voz alta y compartida, también en secundaria, para sostener la oralidad y el disfrute.

Trabajar la lectura con adolescentes implica reconocerlos como lectores en construcción, con intereses diversos y contextos muy distintos. Darles oportunidades para explorar, elegir y opinar sobre lo que leen no solo fortalece su comprensión, también alimenta su autonomía y su confianza para proyectar un futuro.

La escuela tiene un rol central, sí, pero también las familias, los adultos cercanos y la comunidad debe apoyar esta labor. Todos podemos hacer algo: leer con ellos, interesarnos por lo que piensan, abrir espacios de diálogo y acompañarlos en sus búsquedas. Porque cada vez que un adolescente siente que alguien lo escucha y lo acompaña, su futuro se vuelve un poco más posible.